estructuras para la invocaciÓn
invocation structures, 2023
Bayrol Jiménez / M5 Galería / Octubre-Noviembre 2023, Oaxaca, México.
Estructuras para la invocación
Una suma de fragmentos:
Todo arte es una apuesta. Más bien dicho: todo lo artísticamente relevante es necesariamente una apuesta.
Creer en la posibilidad de algo que aún no existe. Intuir ese algo y colocarlo ante el espectador. La intuición se vuelve activa: rebusca entre los materiales del mundo, como el vagabundo que encuentra un fragmento de busto egipcio entre los desechos de la era industrial.
Sólo después de que una obra de arte se ha exhi bido en los muros de una galería, se piensa necesaria. Se imagina uno que ha existido desde siempre. Antes, resulta impensable.
Coexisten las marcas en la tierra, los basamento romanos y el urinario de Duchamp, como signos en el espacio, pero no en el tiempo.
Traducir a un lenguaje material un conjunto de evocaciones. Al grado de que las ideas y las líneas, los
recuerdos y los lados y esquinas de objetos se funden con fragmentos de textos e historia antigua mexicana.
Una obra de arte es noventa y nueve por ciento material. En el uno por ciento restante cabe el infinito.
El material, el óleo, es como la tumba del arte. Ello le permite vivir una existencia perpetua. El marco es como el mausoleo. Sobre su cuadratura empiezan a nacer ciertas obras, como la hierba solitaria. Así es aquí.
“Llevo el fragmento en la sangre”: E. M. Cioran.
Y, aún así, esos fragmentos buscan el espacio que les será propicio. Los otros serán un espejo que crea un reflejo distorsionado y, por lo tanto, van encontrando u na síntesis, un sistema de relaciones. Es la posibilidad de moverse entre ellos y frente a ellos lo que acciona este sistema.
Crear algo nuevo con aquello que ya existía (pues nadie parte de la nada). Y, sin embargo, en el acto de ensamblar y desensambla r, hay otro estilo, una costura distinta, una hechura particular.
El espectador re – escribe la obra, en este caso, vuelve a “pintar la obra”. Con su mirada, y más allá, con su ser, reconstruye línea a línea, trazo a trazo, como un
paseante que descifra las efigies prehispánicas y los grafitis de una ciudad desconocida. En el fondo, es la memoria humana la que se refleja.
Eliminar el marco significa liberar a la mirada. El espectador mira a través de la obra y la encuentra dúctil. Los pliegues ocultos cuentan tanto o más como los observados.
Nuestra experiencia natur al es caótica. El orden es una ilusión del pensamiento. O el anhelo de que exista. Al universo no le interesa la vida humana. Le es indiferente. La respuesta humana es como una forma de venganza: constituye una manera de encontrar o de producir belleza. Por eso, el arte es algo antinatural. Y por eso importa.
La pintura automática no existe. Es producto de máquinas. Un azar producido. Pervive como ilusión, el deseo del encuentro con la otredad. O el gusto por el hallazgo.
El pintor sigue luchando contra la oscuridad de la caverna. Los colores que utiliza Bayrol Jiménez ocurren en la densidad tropical de Oaxaca. No los imagino posibles en otra latitud. Forman parte del sacrificio y de la observación de lo mítico, del intento de comprender la extr añeza que nos conforma.
Algo pervive siempre de los estratos anteriores.
¿Es la mente o la pintura la que está exhibida?
Guillermo Santos